Felipe ha
escrito un nº de 5 cifras. Si multiplica las 5 cifras el resultado es 2. ¿Cuánto
vale la suma de las cifras del nº que ha escrito Felipe? ¿Cuales son los números que cumplen las condiciones del problema?
Castillo de Murchas, algarrobo de Restábal, Melegís.
Salida: 9 de la mañana desde el parque. Itinerario: Dúrcal - Murchas - Castillo de Murchas - Restábal - Algarrobo de Restábal - Melegís. Dificultad: media. Duración: unas 4 horas. Se regresará a Dúrcal, probablemente, sobre las 3 de la tarde. Observaciones: en Melegís comeremos remojón y migas y volveremos en taxis y/o coches particulares. Los interesados en participar, tanto niños como padres/madres me lo deben decir cuanto antes para que lo comunique al ayuntamiento de El Valle.
Día: 24 de marzo de 2012. Salida: 10 de la mañana desde el Parque de la Estación. Itinerario: parque, río Dúrcal, Granja Escuela, Cozvíjar, laguna de Padul, Aguadero. Dificultad: baja. Duración: unas 3 horas. Regreso: en el autobús de línea. Observaciones: llevar agua, algo de comida y dinero para el autobús.
Mª Esperanza estuvo jugando a las canicas. En la 1ª partida ganó 5 canicas, en la 2ª perdió 8, en la 3ª perdió 7
y en la 4ª ganó 12. Si terminó con 40 canicas. ¿con cuántas canicas empezó?
María ha pensado un número, lo ha multiplicado por 5, al resultado le ha sumado 25 y el número que ha obtenido lo ha dividido entre 6. Al nuevo resultado le ha restado 10.
¿Qué nº ha pensado María si al final ha obtenido 25?
Para resolver el ejercicio completa el siguiente esquema.
Día: 17 de marzo. Salida: 10 de la mañana del Parque de la Estación. Itinerario: parque, Los Mondarinos, Eras de Almócita, vereda de la Casilla del Agua, Cerrillo Redondo, Retamar, plaza de Dúrcal). Duración: de 3 a 4 horas. Dificultad: baja. Observaciones: es necesario llevar gorra, calzado y ropa cómodos, algo de comida y agua. Duración: de 3 a 4 horas.
Consideraciones a tener en cuenta para la actividad.
Salida: 7:45 horas desde el Parque de la Estación.
Regreso: sobre las 6 de la tarde en el mismo lugar.
Material a llevar: ropa adecuada (de abrigo y para esquiar), gafas de sol especiales para nieve, guantes, gorro y crema de protección solar y labiar. Tentempiés para la mañana y tarde.
Nos proporcionan: transporte en autobús, monitores, forfait, material de esquí, tres horas de clase con profesores y bolsa picnic para el almuerzo.
Salida: 10 de la mañana desde el Parque de la Estación. Itinerario:Parque, IES Valle de lecrín, Acequia de Márgena, Poza de Pipa, río Dúrcal, Biodúrcal, matadero, Buenavista, cementerio, plaza de Dúrcal. Dificultad:baja. Duración:Unas 3 horas. Observaciones: se precisa ropa y calzados cómodos, un bocata o fruta y agua.
Ve este vídeo para conmemorar el día internacional de la mujer.
Lee este cuento. Espero que te guste.
UNA
FELIZ CATÁSTROFE
Adela
Turín y Nella Bosnia
Editorial
Lumen
Antes de la catástrofe, la familia Ratón
vivía en una modesta madriguera, entre la cocina y la alacena, en una lujosa casa
de un barrio elegante.
El señor Ratón era un hermoso ratón y
estaba orgulloso de sus bigotes y su buena voz. La señora Flora Ratón, dócil y
obediente, tenía la madriguera ordenada, y a sus niños – Teddy y Toby- y a sus
niñas – Nancy, Nora, Nelly, Nuri, Nanette, y Nina- limpios y aseados.
Antes de la catástrofe, los días eran
aburridos en Casa Ratón, y terminaban siempre con una cena suculenta, que había
tenido a la señora Ratón atareada durante toda la tarde. El señor Ratón era amante
de la buena mesa.
Los niños admiraban sus bigotes y lo
listísimo que era, cuando, con aires de importancia, probaba la sopa y decía:
“Flora, aquí falta un poco de perejil picado, añadido en el último momento y un
chorrito de aceite de nuez”.
Después de la cena, el señor Ratón les
contaba a los niños sus aventuras de juventud. Las pirámides en las que nunca
había entrado el hombre pero que eran visitadas a diario por el señor Ratón.
Las bodegas de los barcos piratas, en las que el señor Ratón había dado varias
veces la vuelta al mundo. Y aquella vez en la mezquita de Estambul. Y los
primeros pasos por la luna escondida en la bota del astronauta Armstrong. Y aquella
historia con el gato atigrado en la Opera de París.
No era que la señora Flora se aburriese. Ni
mucho menos que conociera ya todas las historias del señor Ratón (¡si cada
noche había una nueva!). Pero cuando se hacía tarde, tenía que levantarse de
puntillas y empezar a recoger la mesa. Y si se caía la tapa de un puchero, el
señor Ratón se interrumpía con aire resignado, y los niños decían: “¡mamá, ten
cuidado! ¡Está hablando papá!”
El señor Ratón era presidente honorario de
la OPEDRAM (Oficina para el Desarme de las Ratoneras de Muelle). La Opedram era
una sociedad que no vendía nada, no compraba nada y no producía nada. Y como
los hombres habían inventado otras maneras para acabar con los ratones y nadie
usaba ya ratoneras a muelle, desarmarlas no daba mucho trabajo.
Antes de la catástrofe, el señor Ratón
salía todas las mañanas hacía su oficina nervioso y con prisas, porque decía
que estaba llegando tarde. (La oficina estaba en una madriguera del segundo piso
de la casa.) Y todas las tardes, antes de la catástrofe, volvía cansado y
preocupado. La señora Flora le preguntaba “¿Cómo va el trabajo? y él respondía
con un gruñido.
La verdad era que el señor Ratón estaba
cansado. Quería tranquilidad, quería su periódico, sus zapatillas, oír las
noticias en la radio, quería orden, calma, los niños quietos, un aperitivo, un cigarrillo.
Y la cena.
Y la vida seguía en casa Ratón. Por la
noche los niños soñaban en las prodigiosas aventuras del señor Ratón, y se
dormían pensando “mi papá es un tipo estupendo”
Pero entonces se produjo la catástrofe. Lo
inesperado. Lo indecible. Toda el agua el mundo se metió en la madriguera. Se había
roto una tubería, y en unos segundos el hogar de la familia Ratón quedó
destruido y a la deriva. Se asustaron muchísimo. Pero ¿dónde estaba papá? Papá
estaba en la Opedram. Y la señora Flora tuvo que organizar solo el salvamento
de los ocho niños.
Una hora después se habían refugiado todos
en el cajón de un viejo armario arrinconado en el desván. Y aquella misma noche
habían improvisado unas camas para los niños y la sopa estaba puesta al fuego.
El señor Ratón llegó muy tarde. Había
encontrado la madriguera inundada. Y había buscado a su familia por toda la
casa. Se había llevado un susto terrible. Le habían guardado un poco de sopa y
se la comió en silencio. Aquella noche nada de radio, nada de periódico, nada
de aperitivo y nada de zapatillas.
Y después la vida se volvió a organizar
dentro del cajón. Pero todo era distinto. Como no tenía pucheros, ni sartenes,
ni olla a presión ni espaguetis, la señora Flora se dedicó a explorar los alrededores
en busca de una nueva madriguera. Seguida de los niños, hacía unas expediciones
cada vez más largas. Después se aventuró a salir del desván y siguió explorando
la casa.
Eran aventuras de verdad. Encontraban
perros y gatos, entraban y salían de cestos y de cajas, subían y bajaban
escaleras, descubrían cartas viejas y juguetes rotos, comían y bebían lo que encontraban.
De regreso en el cajón, los niños comentaban excitadísimos las aventuras de la
jornada. Se estaban divirtiendo como nunca.
En un cesto lleno de juguetes habían
encontrado una guitarra y la llevaron al cajón. La señora Flora compró
inmediatamente el “Manual de guitarrista moderno” y en tres días Nuri y Nelly aprendieron
a tocar bastante bien la guitarra. Toby y Teddy descubrieron que tenían buena
voz. Y del cajón empezaron a salir los ecos de conciertos y canciones.
A la vuelta de la Opedram, el señor Ratón
encontraba a sus hijos tan excitados que renunció a que se estuvieran quietos.
Renunció también a la radio, porque ahora, las canciones y la guitarra sonaban
fuerte, y renunció a las zapatillas, que se habían perdido en la catástrofe.
Pero no quería renunciar a la buena sopa. Y puso manos a la obra.
Hizo pruebas y más pruebas, y tardó en
conseguir que le saliera como a la señora Flora. Pero, cuando lo logró, fue
todo un éxito. Y a partir de entonces el señor Ratón hablaba y no paraba sobre sus
proezas culinarias. Y los niños mayores movían sonriendo la cabeza y
murmuraban: ¡el bueno de papá, siempre con sus historias!