sábado, 3 de marzo de 2012

Día internacional de la mujer trabajadora.

Ve este vídeo para conmemorar el día internacional de la mujer.
Lee este cuento. Espero que te guste.

UNA FELIZ CATÁSTROFE
Adela Turín y Nella Bosnia
Editorial Lumen
Antes de la catástrofe, la familia Ratón vivía en una modesta madriguera, entre la cocina y la alacena, en una lujosa casa de un barrio elegante.
El señor Ratón era un hermoso ratón y estaba orgulloso de sus bigotes y su buena voz. La señora Flora Ratón, dócil y obediente, tenía la madriguera ordenada, y a sus niños – Teddy y Toby- y a sus niñas – Nancy, Nora, Nelly, Nuri, Nanette, y Nina- limpios y aseados.
Antes de la catástrofe, los días eran aburridos en Casa Ratón, y terminaban siempre con una cena suculenta, que había tenido a la señora Ratón atareada durante toda la tarde. El señor Ratón era amante de la buena mesa.
Los niños admiraban sus bigotes y lo listísimo que era, cuando, con aires de importancia, probaba la sopa y decía: “Flora, aquí falta un poco de perejil picado, añadido en el último momento y un chorrito de aceite de nuez”.
Después de la cena, el señor Ratón les contaba a los niños sus aventuras de juventud. Las pirámides en las que nunca había entrado el hombre pero que eran visitadas a diario por el señor Ratón. Las bodegas de los barcos piratas, en las que el señor Ratón había dado varias veces la vuelta al mundo. Y aquella vez en la mezquita de Estambul. Y los primeros pasos por la luna escondida en la bota del astronauta Armstrong. Y aquella historia con el gato atigrado en la Opera de París.
No era que la señora Flora se aburriese. Ni mucho menos que conociera ya todas las historias del señor Ratón (¡si cada noche había una nueva!). Pero cuando se hacía tarde, tenía que levantarse de puntillas y empezar a recoger la mesa. Y si se caía la tapa de un puchero, el señor Ratón se interrumpía con aire resignado, y los niños decían: “¡mamá, ten cuidado! ¡Está hablando papá!”
El señor Ratón era presidente honorario de la OPEDRAM (Oficina para el Desarme de las Ratoneras de Muelle). La Opedram era una sociedad que no vendía nada, no compraba nada y no producía nada. Y como los hombres habían inventado otras maneras para acabar con los ratones y nadie usaba ya ratoneras a muelle, desarmarlas no daba mucho trabajo.
Antes de la catástrofe, el señor Ratón salía todas las mañanas hacía su oficina nervioso y con prisas, porque decía que estaba llegando tarde. (La oficina estaba en una madriguera del segundo piso de la casa.) Y todas las tardes, antes de la catástrofe, volvía cansado y preocupado. La señora Flora le preguntaba “¿Cómo va el trabajo? y él respondía con un gruñido.
La verdad era que el señor Ratón estaba cansado. Quería tranquilidad, quería su periódico, sus zapatillas, oír las noticias en la radio, quería orden, calma, los niños quietos, un aperitivo, un cigarrillo. Y la cena.
Y la vida seguía en casa Ratón. Por la noche los niños soñaban en las prodigiosas aventuras del señor Ratón, y se dormían pensando “mi papá es un tipo estupendo”
Pero entonces se produjo la catástrofe. Lo inesperado. Lo indecible. Toda el agua el mundo se metió en la madriguera. Se había roto una tubería, y en unos segundos el hogar de la familia Ratón quedó destruido y a la deriva. Se asustaron muchísimo. Pero ¿dónde estaba papá? Papá estaba en la Opedram. Y la señora Flora tuvo que organizar solo el salvamento de los ocho niños.
Una hora después se habían refugiado todos en el cajón de un viejo armario arrinconado en el desván. Y aquella misma noche habían improvisado unas camas para los niños y la sopa estaba puesta al fuego.
El señor Ratón llegó muy tarde. Había encontrado la madriguera inundada. Y había buscado a su familia por toda la casa. Se había llevado un susto terrible. Le habían guardado un poco de sopa y se la comió en silencio. Aquella noche nada de radio, nada de periódico, nada de aperitivo y nada de zapatillas.
Y después la vida se volvió a organizar dentro del cajón. Pero todo era distinto. Como no tenía pucheros, ni sartenes, ni olla a presión ni espaguetis, la señora Flora se dedicó a explorar los alrededores en busca de una nueva madriguera. Seguida de los niños, hacía unas expediciones cada vez más largas. Después se aventuró a salir del desván y siguió explorando la casa.
Eran aventuras de verdad. Encontraban perros y gatos, entraban y salían de cestos y de cajas, subían y bajaban escaleras, descubrían cartas viejas y juguetes rotos, comían y bebían lo que encontraban. De regreso en el cajón, los niños comentaban excitadísimos las aventuras de la jornada. Se estaban divirtiendo como nunca.
En un cesto lleno de juguetes habían encontrado una guitarra y la llevaron al cajón. La señora Flora compró inmediatamente el “Manual de guitarrista moderno” y en tres días Nuri y Nelly aprendieron a tocar bastante bien la guitarra. Toby y Teddy descubrieron que tenían buena voz. Y del cajón empezaron a salir los ecos de conciertos y canciones.
A la vuelta de la Opedram, el señor Ratón encontraba a sus hijos tan excitados que renunció a que se estuvieran quietos. Renunció también a la radio, porque ahora, las canciones y la guitarra sonaban fuerte, y renunció a las zapatillas, que se habían perdido en la catástrofe. Pero no quería renunciar a la buena sopa. Y puso manos a la obra.
Hizo pruebas y más pruebas, y tardó en conseguir que le saliera como a la señora Flora. Pero, cuando lo logró, fue todo un éxito. Y a partir de entonces el señor Ratón hablaba y no paraba sobre sus proezas culinarias. Y los niños mayores movían sonriendo la cabeza y murmuraban: ¡el bueno de papá, siempre con sus historias!

No hay comentarios:

Publicar un comentario